lunes, 13 de julio de 2009

El aprendizaje y la pertinencia del saber Por Heberto Hernández

¿Es el aprendizaje un acto placentero? o simplemente se concreta en la apropiación de saberes, competencias o conductas que inciden en una realidad particular. La interrogante inicial plantea una revisión de algunas ideas que han marcado el desarrollo de diversas teorías que expliquen este proceso que preocupa a los estudiosos en tanto proporciona claves para el desarrollo social. En este trabajo se propone una revisión teórica breve de los postulados más importantes, además de contrastar con una visión personal del aprendizaje como experiencia de crecimiento personal, desarrollo profesional y un evento satisfactorio en la vida humana.

______________________________________________________________

En las diversas concepciones del aprendizaje prevalecen los postulados de la psicología, que lo consideran como una adquisición por la práctica de una conducta duradera. Asimismo, hay otras definiciones que consideran aspectos biológicos: “el aprendizaje sería el resultado de modificaciones sinóptico producidas en estructuras neurales clave[1]”, así como otra terminología que la asocia efectivamente con el cambio de la conducta: “Cualquier cambio relativamente permanente en la conducta, como consecuencia de una experiencia o práctica[2]”. Luego de esta revisión, se puede deducir que el aprendizaje conforma una experiencia fundamental y vital en el desarrollo del ser humano.

La experiencia del aprendizaje ha experimentado una evolución que ha marcado, como se expuso anteriormente, la existencia de diversas corrientes que expliquen y conformen un basamento teórico que las sustente. A grandes rasgos pueden dividirse en aquellas ideas asociadas a los procesos de asociacionismo o conductismo, otras relacionadas con la cognición o conductivismo y las teorías cognitivas que abracan una gran variedad en su diversidad.

Los ensayos del conductismo y el conductivismo.

Sobre el conductismo, pueden señalarse teóricos como Pavlov y Skinner, quienes a través de diversos experimentos conformaron un marco conceptual que permitió el avance de la psicología en el plano de la práctica y cuya influencia en la educación y, por ende, en el aprendizaje, ha sido fundamental.

“En nuestra opinión, el núcleo central del conductismo está constituido por su concepción asociasionista del conocimiento y del aprendizaje. Situado en la tradición del asociacionismo que nace en Aristóteles, el conductismo comparte la teoría del conocimiento del empirismo inglés, cuyo exponente más lúcido es la obra de Hume (1739/1740) A Treatrise of human nature. Según Hume el conocimiento humano está constituido exclusivamente de impresiones e ideas. Las impresiones serían los datos primitivos recibidos a través de los sentidos, mientras que las ideas serían copias que recoge la mente de esas mismas impresiones, que perdurarían una vez desvanecidas éstas. Por tanto el origen del conocimiento son las sensaciones, hasta el punto de que ninguna idea podría contener información que no hubiese sido recogida previamente por los sentidos. Pero las ideas no tienen valor en sí mismas. El conocimiento se alcanza mediante la asociación de ideas según los principios de semejanza, contigüidad espacial y temporal y causalidad. Estos son los principios básicos del pensamiento y el aprendizaje en el empirismo humano” (Pozo. 1992: 25)

Pozo expone en el extracto anterior, los postulados fundamentales de esta corriente que determina el aprendizaje como producto de una experiencia que se deriva a través de la comparación con ideas existentes. Ésta refleja un aspecto instrumental de la experiencia educativa. El objeto del aprendizaje es un sujeto que para llegar a la situación ideal de adquisición de conocimientos debe repetir ciertas conductas o procesos. Un marco teórico que sustenta una visión de la educación como una mecánica suma de conceptos.

Por otra parte, las ideas de la psicología conductivista se basan en los procesos internos de la mente para la percepción de las ideas, el funcionamiento de la misma y el valor de las representaciones que el sujeto asigna a los datos que recibe. En esta corriente teórica, la linealidad del proceso y la eficacia en el seguimiento de cada uno de los pasos, conforma una premisa necesaria para que se genere la adquisición del saber.

Pozo argumenta que “el supuesto fundamental del procesamiento de la información, tal como lo conoceremos, es la llamada descomposición recursiva de los procesos cognitivos, por la que ‘cualquier hecho informativo unitario puede describirse de modo más completo en un nivel más específico (o inferior) descomponiéndolo en sus hechos informativos más simples (Palmer y Quinchi, 1986, pág. 47). En otras palabras, cualquier proceso o ejecución cognitiva puede ser comprendido reduciéndolo a las unidades mínimas de que está compuesto. Estas unidades más pequeñas, que tienen una naturaleza discreta en lugar de continua se unen entre sí hasta constituir un programa. Las reglas mediante las que se unen tienen también propiedades significativas: las distintas partes (o subprocesos) en qué puede descomponerse un programa (o proceso) consumen tiempo de un modo serial y aditivo” (1992: 45).

La llegada del estructuralismo

Otra postura teórica más racionalista surgió en Europa paralelamente en la segunda postguerra del siglo pasado. El aprendizaje resulta de una interacción entre las estructuras de conocimiento que generan un roce con otros conceptos… ideas preexistentes y “moldes mentales” que inciden en la adquisición o aprendizaje.

“Al admitir que los conceptos no son simples listas de rasgos acumuladas, sino que forman parte de teorías y estructuras más amplias, el aprendizaje de conceptos sería ante todo, el proceso por el que cambian esas estructuras. Por tanto el proceso fundamental del aprendizaje sería la reestructuración de las teorías de la que forman parte los conceptos. Dado que las teorías o estructuras del conocimiento pueden diferir entre si en su organización interna, la reestructuración es un proceso de cambio cualitativo y no meramente cuantitativo” (1992: 167).

Una de las variantes de las corrientes cognitivas, corresponde a los estudios de Köhler y Wertheimer como representantes de la teoría de la Gestalt. En esta tradición racionalista alemana el aprendizaje resulta del análisis del significado y la globalidad. A diferencia de los postulados del conductismo sobre la acumulación de conocimientos de forma enciclopédica, la Gestalt introduce al campo de las teorías del aprendizaje el fenómeno de la comprensión de las ideas, en contraposición con la confianza que el conductismo adjudicaba a la memoria y la comparación de ideas originadas en la sensación.

Inscrito también en los esquemas del estructuralismo se encuentra la obra de Piaget, quién definió una teoría del aprendizaje como una visión constructivista. Ésta se determina por el equilibrio en la los procesos de asimillación y acomodación, que no son más que el conocimiento sobre el mundo y cómo este cambia. Es decir, no sólo el acto de conocer sino también el cambio en sí del conocimiento. Una explicación más detallada sobre estas categorías se verifica por medio del experimento con estímulos ambiguos tal como cita Pozo en referencia a la mancha de tinta sobre el papel y su identificación como murciélago o mariposa (1992: 179). Las personas portan significados que le asignan a las cosas requiriendo una síntesis que equilibra.

Para finalizar esta revisión teórica, conviene mencionar además los aportes de Vigotsky, para quien el análisis por unidades que conservan los rasgos de la totalidad. El análisis propuesto por este teórico desestima el razonamiento elemental, pues la idea de totalidad es una categoría orgánica que posibilita la interacción. Esa dinámica es la que genera el aprendizaje por el cambio o movimiento en las estructuras que conforman el conocimiento del mundo.

La luz del aprendizaje: la pertinencia.

La revisión teórica permite entender algunas concepciones predominantes en la educación y cómo cada una de ellas ha determinado el desarrollo social de acuerdo al modelo que adopta cada postura teórica a lo largo de la historia. No puede desdeñarse la esquemática memorización de la escuela tradicional, así como tampoco se puede despachar alegremente los aportes de las tendencias racionales y que tratan de trascender al ser humano más allá de su estructura biológica.

La incidencia de cada una de estas teorías en la práctica educativa se debe evaluar en la manera de aproximarse al aprendizaje con el conocimiento pleno de los sujetos que participarán en la experiencia (educador y educandos), así como no olvidar el significado de los contextos sociales y otras determinantes que inciden en la adquisición de los saberes.

Una determinante particular consiste, a mi parecer, en el descubrimiento de la utilidad del conocimiento para la vida, en motivar a los participantes de la situación de enseñanza-aprendizaje a plantearse problemas en el contexto de la cotidianidad y para que esas herramientas puedan ser aplicadas en la vida diaria con solidaridad y utilidad.

Con este enfoque, no sólo el aprendizaje por si mismo enriquece, sino en la facultad que estos motivan un cambio en la vida; una transformación. Entendiendo estos aspectos, entonces, el aprendizaje resulta en una aventura. En una vivencia humana vital.

Fuentes:

Sobre el aprendizaje:
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=aprendizaje
http://psychobiology.ouvaton.org/glossaire.es/es-txt-p06.20-01-glossaire.htm
http://eugeniousbi.tripod.com/glosario.html

FRABONNI, Franco (1998). El libro de la pedagogía y la didáctica: 1.- La Educación. Editorial Popular. Madrid.

POZO, Juan Ignacio (1992). Teorías cognitivas del aprendizaje. Ediciones Morata, Madrid.

--------------------------------------------------------------------------------

[1] Disponible en: http://psychobiology.ouvaton.org/glossaire.es/es-txt-p06.20-01-glossaire.htm


[2] Disponible en: http://eugeniousbi.tripod.com/glosario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario